lunes, 21 de febrero de 2011

Capítulo XXII

- ¿Cual crees que es el tema del fragmento? Justifica tu respuesta
¿Cuál es la intención del autor?
¿De qué estrategias se vale Cervantes para que Don Quijote no perciba su fracaso?

¿Qué sentido tiene el final del capítulo? ¿Cómo se le presenta al lector la justicia?  Fíjate en el personaje de Sancho Panza para contestar a esta pregunta: en su conducta, en sus consejos, en su forma de reaccionar...

El discurso de Marcela

Don Quijote y Sancho, tras su aventura con el vizcaíno, se refugian en la montaña y encuentran a unos pastores que les cuentan la desgracia de Grisóstomo, enamorado de Marcela, una hermosa muchacha que desdeña tantos sus amores como los de todos los demás, y que siendo rica se hizo pastora. Grisóstomo acabará suicidándose y todos acuden a su entierro, en un lugar de la sierra. Cuando lo están enterrando: «una maravillosa visión, que tal parecía ella, que improvisamente se les ofreció a los ojos, y fue que por cima de la peña donde se cavaba la sepultura, pareció la pastora Marcela, tan hermosa, que pasaba a su fama su hermosura..

"Los que hasta entonces no la habían visto la miraban con admiración y silencio, y los que ya estaban acostumbrados a verla no quedaron menos suspensos que los que nunca la habían visto. Mas, apenas la hubo visto Ambrosio, cuando, con muestras de ánimo indignado, le dijo: —"¿Vienes a ver por ventura, ¡oh fiero basilisco de estas montañas!, si con tu presencia vierten sangre las heridas deste miserable a quien tu crueldad quitó la vida? ¿O vienes a ufanarte en las crueles hazañas de tu condición, o a ver desde esa altura, como otro despiadado Nero, el incendio de su abrasada Roma, o a pisar arrogante este desdichado cadáver, como la ingrata hija al de su padre Tarquino? Dinos presto a lo que vienes, o qué es aquello de que más gustas; que por saber yo que los pensamientos de Grisóstomo jamás dejaron de obedecerte en vida, haré que, aun él muerto, te obedezcan los de todos aquellos que se llamaron sus amigos».


—"No vengo, ¡oh Ambrosio!, a ninguna cosa de las que has dicho –respondió Marcela–, sino a volver por mí misma y a dar a entender cuán fuera de razón van todos aquellos que de sus penas y de la muerte de Grisóstomo me culpan; y así, ruego a todos los que aquí estáis me estéis atentos, que no será menester mucho tiempo, ni gastar muchas palabras para persuadir una verdad a los discretos.
Hízome el cielo, según vosotros decís, hermosa, y de tal manera que, sin ser poderosos a otra cosa, a que me améis os mueve mi hermosura. Y por el amor que me mostráis, decís, y aun queréis, que esté yo obligada a amaros. Yo conozco, con el natural entendimiento que Dios me ha dado, que todo lo hermoso es amable; mas no alcanzo que, por razón de ser amado, esté obligado lo que es amado por hermoso a amar a quien le ama. Y más, que podría acontecer que el amador de lo hermoso fuese feo, y, siendo lo feo digno de ser aborrecido, cae muy mal el decir: «quiérote por hermosa; hasme de amar aunque sea feo». (...)y, según yo he oído decir, el verdadero amor no se divide, y ha de ser voluntario y no forzoso. Siendo esto así, como yo creo que lo es, ¿por qué queréis que rinda mi voluntad por fuerza, obligada no más de que decís que me queréis bien? Si no, decidme: si como el cielo me hizo hermosa me hiciera fea, ¿fuera justo que me quejara de vosotros por que no me amábades? Cuanto más que habéis de considerar que yo no escogí la hermosura que tengo, que, tal cual es, el cielo me la dio de gracia, sin yo pedilla ni escogella. Y, así como la víbora no merece ser culpada por la ponzoña que tiene, puesto que con ella mata, por habérsela dado naturaleza, tampoco yo merezco ser reprehendida por ser hermosa, que la hermosura en la mujer honesta es como el fuego apartado, o como la espada aguda: que ni él quema ni ella corta a quien a ellos no se acerca. La honra y las virtudes son adornos del alma, sin las cuales el cuerpo, aunque lo sea, no debe de parecer hermoso. Pues, si la honestidad es una de las virtudes que al cuerpo y alma más adornan y hermosean, ¿por qué la ha de perder la que es amada por hermosa, por corresponder a la intención de aquel que por sólo su gusto, con todas sus fuerzas e industrias procura que la pierda?

Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos. Los árboles destas montañas son mi compañía, las claras aguas destos arroyos mis espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego soy apartado y espada puesta lejos. A los que he enamorado con la vista he desengañado con las palabras. Y, si los deseos se sustentan con esperanzas, no habiendo yo dado alguna a Grisóstomo ni a otro alguno, en fin, de ninguno de ellos, bien se puede decir que antes le mató su porfía que mi crueldad. Y, si se me hace cargo que eran honestos sus pensamientos y que por esto estaba obligada a corresponder a ellos, digo que, cuando en ese mismo lugar donde ahora se cava su sepultura me descubrió la bondad de su intención, le dije yo que la mía era vivir en perpetua soledad, y de que sola la tierra gozase el fruto de mi recogimiento y los despojos de mi hermosura; y si él, con todo este desengaño, quiso porfiar contra la esperanza y navegar contra el viento, ¿qué mucho que se anegase en la mitad del golfo de su desatino? Si yo le entretuviera, fuera falsa; si le contentara, hiciera contra mi mejor intención y prosupuesto. Porfió desengañado, desesperó sin ser aborrecido; ¡mirad ahora si será razón que de su pena se me dé a mí la culpa! Quéjese el engañado, desespérese aquel a quien le faltaron las prometidas esperanzas, confíese el que yo llamare, ufánese el que yo admitiere; pero no me llame cruel ni homicida aquel a quien yo no prometo, engaño, llamo ni admito. El cielo aún hasta ahora no ha querido que yo ame por destino; y el pensar que tengo de amar por elección es escusado. Este general desengaño sirva a cada uno de los que me solicitan de su particular provecho; y entiéndase de aquí adelante que, si alguno por mí muriere, no muere de celoso ni desdichado, porque quien a nadie quiere, a ninguno debe dar celos; que los desengaños no se han de tomar en cuenta de desdenes. El que me llama fiera y basilisco déjeme como cosa perjudicial y mala; el que me llama ingrata no me sirva; el que desconocida no me conozca; quien cruel no me siga; que esta fiera, este basilisco, esta ingrata, esta cruel y esta desconocida, ni los buscará, servirá, conocerá, ni seguirá en ninguna manera; que si a Grisóstomo mató su impaciencia y arrojado deseo, ¿por qué se ha de culpar mi honesto proceder y recato? Si yo conservo mi limpieza con la compañía de los árboles, ¿por qué ha de querer que la pierda el que quiere que la tenga con los hombres?
 Yo, como sabéis, tengo riquezas propias y no codicio las ajenas. Tengo libre condición y no gusto de sujetarme; ni quiero ni aborrezco a nadie. No engaño a este, ni solicito aquel; ni burlo con uno, ni me entretengo con el otro. La conversación honesta de las zagalas de estas aldeas y el cuidado de mis cabras me entretiene. Tienen mis deseos por término estas montañas; y, si de aquí salen, es a contemplar la hermosura del cielo, pasos con que camina el alma a su morada primera."

Y, en diciendo esto, sin querer oír respuesta alguna, volvió las espaldas y se entró por lo más cerrado de un monte que allí cerca estaba, dejando admirados, tanto de su discreción como de su hermosura, a todos los que allí estaban.
De «Don Quijote de La Mancha. Primera parte» (1605)




- En su discurso, Marcela alude a algunos tópicos de la literatura pastoril; ¿cuáles son?
- La explicación que Marcela hace del sentimiento amoroso, sigue las ideas del neoplatonismo imperante en la literatura pastoril. Resume brevemente en qué consiste esta visión del amor, según nos dice la misma pastora.
_ Consulta tu libro de texto, pag. 88, tienes un apéndice de Alexander Parker, que puedes leer para conocer un poco más la filosofía neoplatónica sobre el amor.

jueves, 17 de febrero de 2011

El caballero de la triste figura

Imagínate que eres un psicólogo y ha venido a tu consulta un paciente llamado Alonso Quijana,  quien se hace llamar "El caballero de la triste figura".
Describe todos sus rasgos tanto físicos como de personalidad.Te explica varias anécdotas de su vida: la lucha contra los gigantes; contra el valeroso vizcaino, como consiguió el valioso yelmo de Mambrino...etc.
Trata de ver en qué momentos se manifiesta su locura y de qué modo. Puedes hacer, para ello, un recuento de sus actos desde la cordura: por ejemplo, ataca con furia a unos caminantes, abandona los sitios sin pagar...etc. Puedes elaborar una lista con todos los actos descabellados que ha realizado a lo largo de los capítulos que hemos ido leyendo.